miércoles, 21 de marzo de 2012

Nada más. (2)

Se despertó sobresaltada, sudando.
"¿Qué me está pasando?"- Se dijo- "¿Primero todos esos sueños con... con toda esa sangre y ahora... ahora esto?"
Se revolvió e intentó olvidar esa... inquietante imagen.
No le daba miedo, la sensación de después era extrañamente agradable y cálida, pero no le gustaba.
Intentó volverse a dormir pero cuando miró el despertador y se dio cuenta de la hora se levantó de un salto y se vistió.
Odiaba dormir con pijama o cualquier cosa parecida, aunque fuera invierno, tenía que dormir en ropa interior. Lo mejor de dormir así era que tardaba menos en vestirse.
Cuando salió de casa advirtió que caía una ligera llovizna pero no tenía tiempo para volver a por un paraguas.
Llegó tan solo unos minutos tarde al estudio donde sus alumnos la estaban esperando.
Al terminar la clase y ya se había marchado todo el mundo se quedó a seguir trabajando en uno de sus cuadros hasta que sonó su móvil y la arrastró fuera de su inspiración hacia el mundo real.
"¿Diga?"- contestó, aún algo confundida.
"Erh... Jenn... Soy Gale, uno de tus alumnos, creo que me he dejado un cuaderno en el estudio."
Ella se giró para comprobarlo. "Si, aquí está, ¿es algo importante?"
"Hmm... si... Me preguntaba si dentro de diez minutos podría pasarme a buscarlo."
Claro que podía, ya no le volvería la inspiración al menos hasta que se comiera algo, e igual, al ser uno de sus alumnos más atractivos, tendría algún otro tipo de inspiración.
Se puso a recoger hasta que él llegara.

Nada más. (1)

No quedaba nada más, sólo ella al borde del abismo.
Se preguntó si había merecido la pena.
¿Si había merecido la pena? Qué tontería, claro que si.
Volvió a mirar hacia abajo. Los ojos de la oscuridad la llamaban y sin más demora se precipitó a su abrazo.
Sabía que sería agradable. Ya no le quedaba más por hacer.
Todo estaría bien.

sábado, 23 de abril de 2011

Acantilados

Otro día de lluvia y la carretera está inundada. Son las diez de la noche y estamos viendo la tele. Me cambio de postura en el sofá y le digo a “”

-Cariño, cambia de canal, parecemos tontos viendo los anuncios, pon algo interesante.

-Pero si ya sabes que no hay nada ahora.

-Pues hagamos algo entretenido por lo que más quieras.

-Yo sé algo que podríamos hacer, cariño- me dice mientras se va acercando poco a poco hasta que están rozándose nuestros labios y con una sonrisa me besa, me acaricia la mejilla mientras va bajando las manos hasta la cadera, me coge en brazos y me levanta para llevarme al dormitorio.

Elegimos esta casa porque aunque fuera la única casa en kilómetros tenía unas vistas increíbles que merecían la pena ya que nos inspiraba en nuestros momentos de flaqueza. Cada vez que nos despertábamos teníamos el ventanal a la derecha y se veía el jardín con la piscina y a lo lejos el cielo que se juntaba con el mar que relucía con la luz del sol. Pero llevaba cuatro días lloviendo y al segundo ya nos habíamos quedado incomunicados pero no sé si eso fue justo lo que queríamos ya que así no teníamos que atender a todas las diferentes tareas que nos obligaban a bajar al pueblo. Teníamos comida para aguantar varios días ya que teníamos un invernadero que nos surtía de casi todo lo que necesitábamos.

Nos despertamos a las diez de la mañana y pudimos comprobar que seguía lloviendo con intensidad.

-Ufff... estoy agotada.

-Tan cansada terminaste? –Me pregunta con una sonrisa picarona. A modo de respuesta me pongo encima suya mientras entrelazo sus manos con las mías.

-No tanto como para repetirlo.- y empiezo a besarle el torso mientras le acaricio los brazos pero no responde a mis caricias sino que me separa suavemente.

-Amor, no es porque no tenga ganas pero es que estoy hambriento y creo que todavía queda del bizcocho que preparaste. Ayer no cenamos y no me creeré que no tienes hambre.-me aparto de mala gana pero tiene razón, estoy muy hambrienta así que nos levantamos a coger algo de desayunar.

viernes, 1 de abril de 2011

"Esas ganas"

Capítulo 1

Todo comenzó hace casi siete años. Me internaron allí. En el manicomio.

Los días eran todos iguales: la misma habitación, con las mismas paredes grises, la

misma silla y la misma cama en la que me levantaba todas las mañanas. Ambas

demasiado incómodas como para poder descansar y la misma ventana con rejas que no

dejaba ver más allá del patio.

Un día, al cumplir dos años de mi estancia allí decidieron quitarme la medicación para

ver que tal me iba. Por primera vez en dos años dejé de sentirme como un zombi.

Entraron en tropel sentimientos olvidados y recuerdos de tiempos mejores. Con todos

ellos me sentía viva de nuevo. Pero había un pequeño problema por el que habría que

fingir un poquito. Con ellos habían vuelto esas ganas irrefrenables que hicieron que me

internaran allí. Esas ganas que habían hecho que matara. Yo no las quería allí, pero si

quería salir tendría que frenarlas como fuera.

Volver a mi vida de antes. Qué bien sonaba eso. Casi podía tocar esa realidad. Así que

eso hice, las interminables charlas con los psiquiatras para ver si estaba lo

suficientemente rehabilitada. Entonces descubrí que se me daba bien actuar.

Al cabo de 2 meses de haberme quitado la medicación conseguí salir y regresar a mi

antiguo hogar.

Me incorporé a las clases y sorprendentemente casi al instante hice amigos porque la

verdad es que yo no era una chica muy habladora y, aunque prefería la soledad decidí

que había llegado el momento de dejar todo mi pasado atrás. Me sentía una persona

nueva y hasta casi desaparecieron “esas ganas”.